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El Palmetum tenía dos nuevos edificios: la perla del proyecto era, indudablemente, el emblemático octógono. Este umbráculo es una estructura semienterrada creada con el fin de albergar especies que necesitaran un medio húmedo y sin viento para desarrollarse. El octógono debía convertirse en la cajita de las joyas, con un ambicioso diseño tecnológico, botánico y paisajístico. El otro edificio en construcción era el Museo Etnográfico de las Palmeras, con aulas, sala de reuniones y un herbario. Se diseñó como un edificio semisubterráneo para poderse cubrir parcialmente con vegetación (¡palmeras!). La entrada principal, diseñada de manera de conseguir una "selva", parte de la sección dedicada a la flora de Madagascar. Se han recolectado más de 1.000 artículos, algunos de ellos de gran valor etnobotánico. El más espectacular es una canoa de cerca de 3 m de largo traída desde Iquitos, Perú, fabricada con el tronco de una palmera "barrigona" amazónica, Iriartea ventricosa. Se dedicaría un cuarto entero a la palmera canaria, Phoenix canariensis, a la miel de palma, fabricada a partir de la savia concentrada, y a la compleja artesanía desarrollada a partir de hojas e inflorescencias, que poco a poco va desapareciendo del mercado local.
Plantando una montaña de Problemas (1996-1999)
Las palmeras pasaron verdaderos problemas durante los primeros años. Se tuenían que recuperar del estrés del transplante a la montaña desierta y el proceso de recuperación se hacía eterno. También nosotros manteníamos el escepticismo acerca de la aclimatación de todas las especies que plantamos en esa montaña de problemas. Las pantallas cortaviento vivientes eran todavía muy jóvenes y el sistema entero era ecológicamente inmaduro. La desafortunada importación de especimenes de palmeras adultas causó una pérdida de prestigio al Palmetum. Muchas palmeras murieron después de una agonía interminable y la montaña se llenó de preocupantes troncos muertos. Nuestro proyecto inicial no tenía en cuenta la compra de grandes especimenes, pero las "prisas" nos obligaron a hacerlo. Las importaciones costaron dinero y trabajo, además de crear problemas burocráticos y requerir controles fitosanitarios costosos. Como ejemplo, casi la mitad de los Sabal palmetto adultos importados desde Florida murieron. Sin embargo, entre semillas y plantas, la colección creció de manera asombrosa hasta superar las 400 especies de palmeras, las plantas de tamaños menores reaccionaron positivamente al transplante, y los jardines se hicieron cada año más verdes.
A finales de 1999 todo empeoró. El proyecto entero se paralizó inesperadamente cuando la compañía constructora se quedó sin fondos. Alrededor del 40% de la meseta todavía era tierra desierta que nunca se había acondicionado y alrededor de la mitad de las especies de palmeras quedaron en macetas, esperando en un vivero o esparcidas por la montaña. Varios años o meses al borde del abandono provocaron la reducción de las especies de palmeras en cultivo de 460 en 1999 a 296 en 2006.