La familia de las Cactáceas agrupa a plantas suculentas y, en gran mayoría, espinosas, conocidas en conjunto como cactus o cactos. Esta familia es prácticamente exclusiva del Nuevo mundo, lo que significa que son endémicas del Continente Americano y las Antillas. Sin embargo, hay una excepción, Rhipsalis baccifera, que está extendida en los trópicos de el Viejo Mundo: se da en África tropical, Madagascar y Sri Lanka. Se cree que la colonización del Viejo Mundo por esta especie es relativamente reciente (unos cuantos cientos de años), probablemente transportada en el tracto digestivo de pájaros migratorios en forma de semillas o, según otra teoría, en forma de plantas adheridas a troncos impulsado por corrientes marinas Muchas otras especies de cactáceas se han naturalizado en condiciones similares a las de su hábitat en otras partes del mundo, tras ser introducidas por la gente.
Muchas plantas suculentas, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, tienen una notable semejanza con los cactos y, a menudo, son así llamadas en lenguaje corriente. Sin embargo, esto se debe a la evolución paralela, ya que ninguna de ellas está estrechamente emparentada con las cactáceas. La característica identificativa más clara de la familia de los cactos es la areola, una estructura especializada de donde surgen las espinas, los vástagos nuevos y, en muchas ocasiones, las flores.
Se considera que las cactáceas han evolucionado entre hace 30 y 40 millones de años. El continente americano estaba unido a los demás, pero se fue separando progresivamente por la deriva continental. Las especies endémicas del Nuevo Mundo debieron desarrollarse después de esta separación; el distanciamiento significativo se alcanzó en los últimos 50 millones de años. Esto podría explicar la inexistencia de cactos endémicos en África: éstos evolucionaron en América cuando los continentes ya se habían separado.