domingo


El agua, elemento fundamental del jardín chino Pero una montaña por sí sola no constituye un paisaje. El agua es el segundo elemento esencial del jardín. Y para contar con él, hay que aprovechar un estanque o un arroyo ya existentes, o bien cavar la tierra. En cualquier caso, hay que saber cómo abrir los surcos, cómo hacer que el agua circule por ellos, cómo ramificar primero y reunir después los brazos del riachuelo y, en suma, cómo hacer los meandros para conseguir lo que nosotros llamamos corrientes sinuosas. Los maestros de Suzhou logran aquí maravillas.Quien dice río, dice puentes. En los jardines de Suzhou abundan toda clase de puentes, ya sean de madera o de piedra. El jardín del Maestro de las Redes (Wangshiyuan)1, tiene, por ejemplo, un lindísimo puentecillo en arco que se puede franquear en dos o tres pasos.Montañas, riachuelos, puentes… pero, ¿y los árboles? Un paisaje sin plantas ni flores es un desierto. Los viejos árboles son el bien más precioso de los jardines clásicos chinos. Todo, en efecto, se puede construir, incluso se puede instalar un jardín de Suzhou en medio de Estados Unidos, pero no es posible erigir un árbol. En el Jardín No se apresure (Liuyuan)1, hay un majestuoso ginkgo milenario. Su propietario decidió construir la rocalla a la sombra de su follaje en forma de abanico.Un conjunto formado por varias unidades Cuando se visita Suzhou no hay que ser impaciente. A diferencia de Versalles, donde una sola ojeada basta para captar el esplendor del palacio y del parque, los jardines de Suzhou se esconden en callejuelas estrechas como las damas en su camarín. Al entrar en un jardín se puede incluso experimentar cierta decepción: ante uno se extiende una larga galería en zigzag que puede parecer poco interesante. Se llama “la avenida sinuosa que conduce a la belleza serena”, y es un elemento fundamental en la arquitectura de jardines. Pero pronto, del otro lado del muro, un retazo de jardín le guiña a uno el ojo a través de las filigranas de una ventana esculpida. Árboles y pérgolas se dibujan en lontananza… Unos pasos más y, en el primer recodo, un magnífico jardín se ofrece a la vista.Otra regla a respetar es “cambiar de paisaje a cada paso”. Este se va modificando a medida que uno avanza para evitar la impresión de repetición y monotonía. Con tal fin se construyen paredes con ventanas esculpidas que dividen el jardín en varias unidades, pero sin impedir la visión de conjunto. Los ojos no tienen un momento de descanso en los jardines de Suzhou. En cada recodo hay una nuevasorpresa, ya sea una roca, un penacho de bambú o un banano. Cada parcela de tierra es como un cuadro admirable. Un ángulo muerto sería aquí una pincelada fallida.Esta manera de recortar el espacio por medio de puertas, ventanas, galerías, rocallas o arroyos es lo que produce la impresión de una naturaleza en pequeña escala y el efecto que nosotros llamamos “un vislumbre de la grandeza a través de la miniatura”.Hoy en día los arquitectos preparan proyectos antes de construir un parque o un terreno de juegos. Los maestros de los jardines de Suzhou no tenían planos. Encontraban su inspiración en la poesía y la pintura, al igual que la pintura china ha exaltado con frecuencia la belleza de los jardines. Son muchos los pintores, poetas y calígrafos que han contribuido a la creación de los jardines de Suzhou.Los jardines no quedaban nunca terminados; se iban agrandando, enriqueciendo y perfeccionando con el paso del tiempo. Cada vez que se agregaba una nueva rocalla, un arroyo o un pabellón, los maestros tenían por costumbre invitar a sus amigos letrados a degustar buenos licores y dar rienda suelta a su inspiración lírica. Los invitados caligrafiaban los dinteles de las puertas y escribían sentencias paralelas en los montantes. También aconsejaban sobre el emplazamiento de otro puente o de una nueva pérgola. Los maestros seguían embelleciendo el jardín en función de esos consejos e invitaban de nuevo a sus amigos a tomar una copa y a componer versos...Si no hubiera sido así, los jardines de Suzhou carecerían seguramente del refinamiento que les ha valido tanta fama. (*)